Acerquémonos pues, confiadamente al trono de la gracia
Hebreos 4:16.-
Yasna había ofrecido su vida al Señor, para que le usara donde El quisiera. Ella siempre pensó que iría al àfrica, pero de pronto se encontró haciendo misiones en Cuba.Por su nivel educacional, pronto estuvo haciendo clases en un centro de educación y, con curiosidad pudo enterarse que había varios de sus alumnos, quienes habían venido de las tribus nómades africanas para aprender de la Revolución Cubana. Terminado su período, volvió a su patria y grande fue su sorpresa al recibir al poco tiempo, una embajada de un consulado, que le solicitaba respetuosamente ir a conversar con sus superiores. Cuando Yasna llegó a esa oficina, le extendieron un pasaje de avión de primera clase y le dijeron que estaba invitada a pasar unos días de vacaciones a los aposentos del rey. ¿Cómo se dio este milagro? Simplemente, uno de sus alumnos en Cuba, era hijo de un rey de las tribus nómades del desierto, pero nunca lo dijo y llegando de vuelta a casa, pidió a su padre invitar a su maestra, de la cual había recibido tantas y tan buenas enseñanzas. Asi, Yasna viajó hasta el lugar y fue recibida y atendida por el Rey. Lo cómico de la situación, nos comentaba ella en una conferencia de Misiones, es que no podía tratar a su ex alumno como el Rey de la misma manera que lo hacían sus súbditos. El seguía llamándola por su nombre y ella, también.Todas las diferencias y protocolos quedaron a un lado, porque ellos eran amigos. Así, Dios, anula todos los protocolos, cuando te haces amigo de El. Los ritos y las liturgias, las frases grandielocuentes, quedan olvidadas por la sencilla y franca palabra que disfrutan dos amigos al conversar. Sí, querido lector; El también es un rey, pero, más le interesa, ser tu amigo. Puedes acercarte confiadamente, porque El te invita. ¿Aceptaras o rechazaras su invitación?
Osiel Ibáñez – Chile